Como primera acepción, podemos decir que lo grotesco significa lo burdo, lo deforme,
lo exagerado, lo feo, lo ridículo.
A lo largo de la historia del arte, el concepto de grotesco se ha utilizado en pintura,
escultura y literatura. Mucho se ha
escrito al respecto: bástenos saber que es un recurso que se utiliza
básicamente para molestar al receptor, para sacarlo de su condición de plácida
contemplación de belleza, proponiéndole otras miradas, más revulsivas, más
oscuras pero tal vez por eso, más profundas y conmocionantes.
Como género literario, el grotesco es una obra dramática con
características que expondremos a continuación.
En el teatro, el grotesco se desarrolla durante el siglo XX
a la sombra del horror de dos guerras
mundiales y la contabilización de más de 60 millones de muertos. La visión
sombría de un mundo inestable y oscuro y el inútil intento del hombre de
sostener la coherencia, la dignidad y los valores dan origen a una propuesta
teatral en la cual se destacan dos elementos básicos que la estructuran: la antítesis humor/ tragedia y el
concepto de máscara.
Lo humorístico y lo trágico: en el grotesco el humor tiene un papel fundamental.
Es el de desarmar al espectador, el de llevarlo por un camino de situaciones
risibles pero que paulatinamente irán incrementando la sugerencia del horror.
El horror en el grotesco suele estar atravesado por la impresión de
inestabilidad y desequilibrio, de desprotección absoluta. El elemento que representará la seguridad es
el dinero, el valor máximo del capitalismo. La falta de dinero acarreará a lo largo de la obra
las consecuencias del fracaso, el desamor, la disolución familiar, la
corrupción, la humillación, la muerte.
El trabajo del dramaturgo es llevar la obra por un sutil
camino sin retorno. El humor está puesto al servicio de tomar desprevenido al
espectador, ya que el efecto clave del grotesco se produce cuando se cruzan
definitivamente lo ridículo y lo absolutamente angustiante, para arrojar toda
la carga emocional sobre el receptor. El grotesco no propone soluciones, sino
que plantea interrogantes, dudas y perplejidades de las cuales el espectador
deberá hacerse cargo.
La máscara: En
latín, la palabra persona significaba
“máscara” (por eso lo de “personajes”, ya que en el teatro clásico llevaban una
máscara o carátula: careta) En el
teatro de grotesco el concepto de máscara representa al individuo sosteniendo
un estilo, una personalidad, aquello que se espera de él (o que él había
esperado de sí mismo): en una palabra, la identidad/personalidad que de algún modo ha logrado construirse y
que le da entidad, que lo hace ser.
Enfrentado a su cataclismo personal, la máscara ya no puede sostenerse y la
esencia humana queda expuesta en toda su conmovedora miseria.