Cartas
de Colón
CARTA
DEL PRIMER VIAJE A LOS REYES DE ESPAÑA
Año
1493, anunciando el Descubrimiento.
Señor,
porque sé que habréis placer de la gran victoria que Nuestro Señor me ha dado
en mi viaje, vos escribo ésta, por la cual sabréis como en 33 días pasé de las
islas de Canaria a las Indias con la armada que los ilustrísimos rey y reina
nuestros señores me dieron, donde yo hallé muy muchas islas pobladas con gente
sin número; y de ellas todas he tomado posesión por Sus Altezas con pregón y
bandera real extendida, y no me fue contradicho.
Del
cual cabo vi otra isla al oriente, distante de esta diez y ocho leguas, a la
cual luego puse nombre la Española /…/
En
ella hay pinares a maravilla y hay campiñas grandísimas, y hay miel, y de
muchas maneras de aves, y frutas muy diversas. En las tierras hay muchas minas
de metales, y hay gente en estimable número. La Española es maravilla; las
sierras y las montañas y las vegas y las campiñas, y las tierras tan hermosas y
gruesas para plantar y sembrar, para criar ganados de todas suertes, para
edificios de villas y lugares. Los puertos de la mar aquí no habría creencia
sin vista, y de los ríos muchos y grandes, y buenas aguas, los más de los
cuales traen oro. En los árboles y frutos e hierbas hay grandes diferencias de
aquellas de la Juana. En ésta hay muchas especierías, y grandes minas de oro y
do otros metales. La gente de esta isla y de todas las otras que he hallado y
he habido noticia, andan todos desnudos, hombres y mujeres, así como sus madres
los paren, aunque algunas mujeres se cobijan un solo lugar con una hoja de
hierba o una cofia de algodón que para ellos hacen.
Ellos
no tienen hierro, ni acero, ni armas, ni son para ello, no porque no sea gente
bien dispuesta y de hermosa estatura, salvo que son muy temeroso a maravilla.
No tienen otras armas salvo las armas de las cañas, cuando están con la
simiente, a la cual ponen al cabo un palillo agudo; y no osan usar de aquellas;
que muchas veces me ha acaecido enviar a tierra dos o tres hombres a alguna
villa, para haber habla, y salir a ellos de ellos sin número; y después que los
veían llegar huían, a no aguardar padre a hijo; y esto no porque a ninguno se
haya hecho mal, antes, a todo cabo adonde yo haya estado y podido haber fabla,
les he dado de todo lo que tenía, así paño como otras cosas muchas, sin recibir
por ello cosa alguna; mas son así temerosos sin remedio. Verdad es que, después
que se aseguran y pierden este miedo, ellos son tanto sin engaño y tan
liberales de lo que tienen, que no lo creería sino el que lo viese.
Ellos
de cosa que tengan, pidiéndosela, jamás dicen de no; antes, convidan la persona
con ello, y muestran tanto amor que darían los corazones, y, quieren sea cosa
de valor, quien sea de poco precio, luego por cualquiera cosica, de cualquiera
manera que sea que se le dé, por ello se van contentos. Yo defendí que no se
les diesen cosas tan civiles como pedazos de escudillas rotas, y pedazos de
vidrio roto, y cabos de agujetas aunque, cuando ellos esto podían llegar, les
parecía haber la mejor joya del mundo; que se acertó haber un marinero, por una
agujeta, de oro peso de dos castellanos y medio; y otros, de otras cosas que
muy menos valían, mucho más; ya por blancas nuevas daban por ellas todo cuanto
tenían, aunque fuesen dos ni tres castellanos de oro, o una arroba o dos de
algodón filado.
Hasta
los pedazos de los arcos rotos, de las pipas tomaban, y daban lo que tenían
como bestias; así que me pareció mal, y yo lo defendí, y daba yo graciosas mil
cosas buenas, que yo llevaba, porque tomen amor, y allende de esto se hagan
cristianos, y se inclinen al amor y servicio de Sus Altezas y de toda la nación
castellana, y procuren de ayuntar y nos dar de las cosas que tienen en abundancia,
que nos son necesarias. Y no conocían ninguna seta ni idolatría salvo que todos
creen que las fuerzas y el bien es en el cielo, y creían muy firme que yo con
estos navíos y gente venía del cielo, y en tal catamiento me recibían en todo
cabo, después de haber perdido el miedo. Y esto no procede porque sean
ignorantes, y salvo de muy sutil ingenio y hombres que navegan todas aquellas
mares, que es maravilla la buena cuenta que ellos dan que de todo; salvo porque
nunca vieron gente vestida ni semejantes navíos.
Y
luego que llegué a Indias, en la primera isla que hallé tomé por fuerza algunos
de ellos, para que deprendiesen y me diesen noticia de lo que había en aquellas
partes, así fue que luego entendieron, y nos a ellos, cuando por lengua o señas;
y estos han aprovechado mucho. Hoy en día los traigo que siempre están de
propósito que vengo del cielo, por mucha conversación que hayan habido conmigo;
y éstos eran los primeros a pronunciarlo adonde yo llegaba, y los otros andaban
corriendo de casa en casa y a las villas cercanas con voces altas: venid, venid
a ver la gente del cielo; así, todos, hombres como mujeres, después de haber el
corazón seguro de nos, venían que no quedaban grande ni pequeño, y todos traían
algo de comer y de beber, que daban con un amor maravilloso /.../
En
conclusión, a hablar de esto solamente que se ha hecho este viaje, que fue así
de corrida, pueden ver Sus Altezas que yo les daré oro cuanto hubieren
menester, con muy poquita ayuda que Sus Altezas me darán; ahora, especiería y
algodón cuanto Sus Altezas mandarán, /.../ y esclavos cuantos
mandarán cargar, y serán de los idólatras; y creo haber hallado ruibarbo y
canela, y otras mil cosas de sustancia hallaré./…/
Así
que, pues Nuestro Redentor dio esta victoria a nuestros ilustrísimos rey e
reina y a sus reinos famosos de tan alta cosa, adonde toda la cristiandad debe
tomar alegría y hacer grandes fiestas, y dar gracias solemnes a la Santa
Trinidad con muchas oraciones solemnes por el tanto ensalzamiento que habrán,
en tornándose tantos pueblos a nuestra santa fe, y después por los bienes
temporales; que no solamente la España, mas todos los cristianos ternán aquí
refrigerio y ganancia.
Esto,
según el hecho, así en breve.
Fecha
en la carabela, sobre las islas de Canaria, a 15 de febrero, año 1493.
Hará
lo que mandaréis.
El
almirante.