martes, 8 de octubre de 2013

Hernández, José, Martín Fierro. Resumen de los cantos que no tenés que leer completos


Resumen de los cantos que no tenés que leer completos (a leerlo, también va a ser trabajado)



Hernández, José, Martín Fierro. La ida (1872)

 

Canto 1. Aquí me pongo a cantar / al compás de la vigüela,/ que al hombre que lo desvela /
una pena extraordinaria / como ea ave solitaria / con el cantar se consuela.

Así la obra. La pena extraordinaria es el tema sobre el que el protagonista va a hacer girar su narración. La narración de un hombre a quien las injusticias  arrojaron a la condición de paria social: Y sepan cuantos escuchan / de mis penas el relato, / que nunca peleo ni mato / sino por necesidá, / y que a tanta alversidá / sólo me arrojó el mal trato./ Y atiendan la relación /   que hace un gaucho perseguido, / que padre y marido ha sido / empeñoso y diligente, / y sin embargo la gente / lo tiene por un bandido.

Canto 2. Yo he conocido esta tierra / en que el paisano vivía / y su ranchito tenía / y sus hijos y mujer… / era una delicia el ver / cómo pasaba sus días. Fierro  va a describir una Edad de Oro en la que los gauchos no eran molestados por la codicia y las injusticias del poder.

Canto 3.  Tuve en mi pago en un tiempo / hijos, hacienda y mujer, / pero empecé a padecer, / me echaron a la frontera, / ¡y qué iba a hallar al volver! / Tan sólo hallé la tapera. En esta primera estrofa resume toda la causa del origen de sus desgracias. Fierro es víctima de una leva para ir a servir a la frontera. Muchos huyeron de aquella redada pero yo no quise disparar, / soy manso y no había porqué, / muy tranquilo me quedé / y ansí me dejé agarrar. Ya en el cantón de la frontera, hablará de la impericia de los instructores de la tropa y de la carencia de armas: Daban entonces las armas / pa defender los cantones, / que eran lanzas y latones / con ataduras de tiento... / las de juego no las cuento / porque no había municiones. Describe además un enfrentamiento que tuvieron con los indios, de quienes destaca su superioridad numérica y bélica, y de donde salió salvando la vida a duras penas.

Canto 4. En este canto critica duramente al sistema de la pulpería del ejército, donde los gauchos dejaban sus prendas para poder consumir. Cuando después de dos años llegó la paga de la milicia, pudieron rescatar las cosas empeñadas. Sin embargo, Fierro no cobró porque “no había entrado en la lista”: Esto sí que es amolar­, / dije yo pa mis adentros; / van dos años que me encuentro / y hasta aura he visto ni un grullo; / dentro en todos los barullos / pero en las listas no dentro.

Canto 5. Hernández aprovecha para exponer la impericia de los inmigrantes que han comenzado a llegar a la Argentina por aquella época. Los trata de cobardes, débiles, ignorantes de cómo manejar el caballo, incapaces de saberse manejar en la pampa y además, de ladrones.  Yo no sé porqué el gobierno / nos manda aquí a la frontera / gringada que ni siquiera / se sabe atracar a un pingo. / ¡Si creerá al mandar un gringo / que nos manda alguna fiera!

Cierta noche, un italiano borracho estaba de centinela: Era un gringo tan bozal, / que nada se le entendía, / ¡quién sabe de ande sería! / Tal vez no juera cristiano, / pues lo único que decía / es que era pa­po­litano.    Cuando me vido acercar: / quién vivore–? Preguntó; / ¿qué víboras?, Dije yo. / ¡Ha garto!, Me pegó el grito, / y yo dije despacito: / ¡más lagarto serás vos! El italiano disparó y casi mata a Fierro. Comenzó una disputa de la cual sólo se castiga al protagonista, a quien estaquean.

Cantos 6, 6 8, 9: Los tenés que leer completos.

Canto 10. Amigazo, pa sufrir / han nacido los varones; / estas son las ocasiones / de mostrarse un hombre  juerte, / hasta que venga la muerte / y lo agarre a coscorrones. Así comienza el sargento Cruz a contarle su vida a Fierro. De cómo su comandante le rondaba la mujer, de quien Cruz estaba profundamente enamorado; que lo enviaba a hacer encomiendas para alejarlo de ella, y de cómo los sorprendió juntos. Cruz mata al segundo del comandante, con quien se traba en pelea. Luego Alcé mis ponchos y mis prendas / y me largué a padecer (…) / al rancho le dije adiós, / para nunca más volver.  Las mujeres, dende entonces, / conocí a todas en una; /  ya no he de probar fortuna / con carta tan conocida: / mujer y perra parida, / ¡no se me acerca ninguna!

Canto 11. Cruz prosigue su relato: cierta noche, en una milonga, un cantor lo reconoció y le cantó unas coplas burlonas mencionando a su mujer; Cruz se enfurece y lo mata.

Canto 12. Sin embargo, y como ya no están quedando gauchos, un juez le propuso ingresar a la policía: Cruz aceptó pero no pudo con su genio: al ver que entre tantos encerraban al hombre que debían apresar decidió ponerse de su lado, como lo pudiste leer en el canto 9.
Canto 13. Lo tenés que leer del libro.
 

Hernández, José, Martín Fierro. La vuelta (1879)

Canto 1. Atención pido al silencio / y silencio a la atención, / que voy en esta ocasión, / si me ayuda la memoria, / a mostrarles que a mi historia / le faltaba lo mejor. Y con este comienzo tan sugerente vamos a ver qué le faltaba a la historia de Fierro. En este canto se extiende en una introducción contando que ha vuelto del desierto, aunque aún no nos dirá por qué. Sin embargo no ha dejado de lado su permanente toma de posición. Leé: Yo he conocido cantores / que era un gusto el escuchar; / mas no quieren opinar / y se divierten cantando; / pero yo canto opinando, / que es mi modo de cantar.

Canto 2. Habla de la llegada al desierto. Ambos tienen tan mala suerte que el día de la llegada, los indios están preparando un malón. Los creen espías y casi los matan, pero uno de los caciques les manda decir por un lenguaraz que ha decidido que queden como rehenes, en caso de que sea necesario un canje de prisioneros.

Canto 3. Cuenta cómo estuvieron de rehenes casi dos años. Luego, les permitieron vivir juntos. Fierro contará cómo se sustentaban, cazando algunos animales.  En semejante ejercicio /  se hace diestro el cazador: / cai el piche engordador, / cai el pájaro que trina; / todo bicho que camina  /va parar al asador. /// El que vive de la caza / a cualquier bicho se atreve, / que pluma o cáscara lleve, / pues, cuando la hambre se siente, / el hombre le clava el diente / a todo lo que se mueve. ///  Y aves y bichos y pejes / se mantienen de mil modos: / pero el hombre en su acomodo / es curioso de oservar: / es el que sabe llorar / y es el que los come a todos.

Canto 4. Aquí Fierro se extiende en lindezas sobre los indios. Te transcribimos unas pocas, como ejemplo: Es tenaz en su barbarie: / no esperen verlo cambiar; / el deseo de mejorar / en su rudeza no cabe;/  el bárbaro solo sabe / emborracharse y peliar./// El que envenenan sus armas / les mandan sus hechiceras; / y como ni a Dios veneran, / nada a los pampa contiene: / hasta los nombres que tienen / son de animales y fieras.  /// Y son, ¡por Cristo bendito!, / Los más desasiaos del mundo: / esos indios vagabundos, / con repunancia me acuerdo, / viven lo mesmo que el cerdo
en esos toldos inmundos. //// Naides puede imaginar / una miseria mayor; / su pobreza causa horror; / no sabe aquel indio bruto / que la tiera no da fruto / si no la riega el sudor.


Canto 5: ¡Una buena para los indios! Fierro va a contar que, cuando vuelven de los malones, reparten equitativamente los botines de guerra: Se reparten el botín / con igualdad, sin malicia; / no muestra el indio codicia, / ninguna falta comete: /  solo en eso se somete/ a una regla de justicia. En este canto Fierro se extenderá hablando bellamente de la condición de la mujer, sólo para expresar más adelante el maltrato que sufren las mujeres por parte de los indios.

Cantos 6, 6 8, 9 Los tenés que leer completos.

Canto 10. Fierro debe escapar con la cautiva. Lo va a salvar un caballo de excelencia que posee, que ha sido domado por los indios. También aquí hará un paréntesis para hablar de la gran capacidad que tienen los indios para domar y educar a los caballos, en contraposición, esta vez, de los gauchos, que son más duros con los animales de monta: Jamás le sacude un golpe, / porque lo trata al bagual / con paciencia sin igual / -al domarlo no le   / ega-, / hasta que al fin se le entrega / ya dócil el animal. ///  Ansí todo el que procure / tener un pingo  modelo, / lo ha de cuidar con desvelo / y debe impedir también / el que de golpes le den / o tironeen en el suelo. Fierro culmina el canto contando que dejó a la cautiva en una estancia y presentando a sus hijos, que están presentes: Concluyo esta relación, / ya no puedo continuar; / permítanmé descansar: / estan mis hijos presentes, / y yo ansioso porque cuenten / lo que tengan  que contar.

Canto 11. Antes de ceder la palabra a sus hijos hará un recuento del tiempo en que estuvo ausente Y los he pasado ansí, / si en mi cuenta no me yerro: / tres años en la frontera, / dos como  / gaucho matrero, / y cinco allá entre los indios / hacen los diez como yo cuento. Dirá cómo le contaron algunos conocidos, cuando volvió del desierto, que sus delitos fueron olvidados.  Que poco tiempo atrás ha encontrado a dos de sus hijos, y que también supo que su mujer había muerto.

Canto 12. Uno de los hijos de Fierro va a relatar aquí que, trabajando en una estancia, lo acusaron de un crimen que él no había perpetrado; sin embargo, debido a su desamparo, no se pudo defender y fue preso. El canto se extiende en hacer una crítica sobre las condiciones de las cárceles.

Canto 13. El otro hijo de Fierro fue amparado por una tía que, al morir, le dejó una pequeña hacienda. El Juez lo entregó a un tutor, el viejo Vizcacha, hasta que cumpliera la mayoría de edad.

Canto 14. El hijo de Fierro va a hacer un jugoso retrato del viejo Vizcacha. Como es todo un personaje, acá te dejamos parte de su retrato: Me llevó consigo un viejo / que pronto mostró la  / ilacha, /  / dejaba ver por la facha / que era medio cimarrón, / muy renegao, muy ladrón, / y le llamaban Vizcacha. /// Andaba rodiao de perros / que eran todo su placer, /  / jamas dejó de tener  / menos de media docena, / mataba vacas ajenas / para darles de comer. ////Cuando mozo jué casao, / aunque yo lo desconfío, / y decía un amigo mío / que, de arrebatao y malo, / mató a su mujer de un palo  / porque le dio un mate frío.

Canto 15. ¡¡A leerlo!!

Cantos 16,17, 18 y 19. El hijo de Fierro seguirá contando su vida, en algunos casos bastante cómica. En principio, contará de la muerte de Vizcacha, quien tuvo una agonía espantosa: e, de cómo tuvo que velarlo solo y del terror que le tenía al fantasma del viejo. Al morir este, le el juez le dijo que podía quedarse con los “bienes” de Vizcacha, pero que a la herencia del muchacho la cuidaría él hasta que fuera mayor de edad (en aquellos tiempos, la mayoría de edad era a los treinta años) Luego el chico contará cómo cayó perdidamente enamorado de una viuda que no le hacía caso. Para olvidarla fue a un curandero, quien le mandó hacer una serie de rituales ridículos, a cambio de los cuales, obviamente, le cobraba: Otra vez que consulté / su saber estrordinario, /
recibió bien su salario, / y me recetó aquel pillo / que me colgase tres grillos / ensartaos como rosario. /// Por fin la última ocasión / que por mi mal lo fí a ver, / me dijo: "No, mi saber / no ha perdido su virtú; / yo te daré la salú: / no triunfará esa mujer. /// "Y tené fe en el remedio, / pues la cencia no es chacota; / de esto no entendés ni jota./ Sin que ninguno sospeche, / cortále a un negro tres motas / y hacélas hervir en leche
." Finalmente lo llamó el cura y le dijo que esa mujer no debía volver a casarse, que él era su confesor y la conocía bien; el muchacho se dio cuenta de que la viuda y el cura eran amantes. El cura, para mayor seguridad, lo denunció por calavera y perdulario y fue entonces que lo enviaron a la frontera.


Cantos 20 a 28 inclusive: En estos cantos hará su ingreso Picardía, quien también pedirá una guitarra para contar su historia. Contará cómo fue huérfano desde muy pequeño. Que estuvo en un circo. Que por un tiempo estuvo con unas tías, pero que eran tan rezadoras que no las soportó y se fue. Que se hizo jugador. Que anduvo con una mujer casada y que el marido, por vengarse, lo malquistó con el Juez. Que el Juez lo quiso obligar, durante unas elecciones, a votar por su candidato, pero que Picardía se negó (recordá que aún se utilizaba el voto cantado): Y quiso al punto quitarme / la lista que yo llevé, / mas yo se la mesquiné, / y ya me gritó: "¡anarquista! / Has de votar por la lista / que ha mandao el Comiqué." /// Me dió verguenza de verme / tratado de esa manera; / y como si uno se altera / ya no es fácil que se ablande, / le dije: "Mande el que mande,
yo he de votar por quien quiera./// "En las carpetas de juego / y en la mesa eletoral, / a todo hombre soy igual, / respeto al que me respeta, / pero el naipe y la boleta / naides me lo ha de tocar."


Al poco tiempo es llamado por el mismo Juez, que lo había tomado entre ojos, para ir a pelear a la frontera. Picardía tiene interés en  saber de quién es hijo, y ya que está en el Juzgado pregunta. Le contestan que es hijo de un prófugo, un tal Cruz. El muchacho conocía la historia de este hombre que se había dado vuelta en la partida y se siente orgulloso de que ese valiente sea su padre. Luego vivirá muchas penurias en la frontera, pero por lo que cuenta es un rebelde, un Cruz de raza. Finalmente podrá volver. Acá te transcribimos algunas reflexiones de Picardía en relación con qué ocurre con los gauchos cuando vuelven a sus pagos: el trato que reciben por parte del Estado: Y tan duro es lo que pasa / que, en aquella situación, / les niegan un mancarrón / para volver a su  casa. /// ¡Lo tratan como a un infiel! / Completan su sacrificio / no dándole ni un papel / que acredite su servicio. /// Y no averigüe después / de los bienes que dejó: / de hambre, su mujer vendió / por dos lo que vale diez. /// Y luego, si a alguna estancia / a pedir carne se arrima, / al punto le cain encima / con la ley de la vagancia. /// Y he de decir ansí mismo / porque de adentro me brota ///
que no tiene patriotismo / quien no cuida al compatriota.


Cantos 29 a 33: a leerlos completos y ¡FIN! (¿Viste que no era tan terrible leer el Martín Fierro?) J